Navegando por la costa occidental del Peloponeso

Nuestra idea original era navegar rodeando el Peloponeso y regresar por el norte a través del golfo de Corinto, pero el canal está cerrado. Sí, el famoso canal de Corinto está cerrado y no se sabe con seguridad cuando se reabrirá, el motivo fue un derrumbe y hace más de un año que está en reparaciones. Bueno, no queda otra opción que ir de oeste a este y volver en sentido contrario, imagino la cantidad de barcos que se verán obligados a regresar de la misma forma, todo el tráfico que sale del Egeo y hubiese querido pasar por el canal para entrar al Jónico, por ejemplo.

Nuestro primer fondeo viniendo de Zakynthos fue en Katakolo, como siempre cada vez que venimos aquí siento esa extraña sensación de artificialidad, no es más que un par de calles con comercios creados para el pasaje en masa de los grandes cruceros que llegan a Katakolo haciendo escala. Si el resto de los mortales llegan en un horario diferente al de la visita de los cruceristas sólo verán cuatro cafeterías monas en primera línea y un montón de persianas cerradas en el resto de las dos calles. Pero reconozco que es un fondeo cómodo y protegido.

Sin embargo en Pylos sí que hay cosas que ver, empezando por los acantilados al entrar en la bahía de Navarinos, forman una pared llena de cuevas y peñascos erosionados, incluso una puerta gigante de piedra impresiona en la llegada. En el pueblo hay un plátano que ha visto pasar buena parte de la historia del lugar, precisamente desde 1880, año en que fue plantado. Dando un paseo se puede llegar a la fortaleza y dentro visitar los museos con el detalle de los restos arqueológicos descubiertos en emplazamientos submarinos o ver imágenes, como la de Voidhokoilia una pequeña cala ovalada que tiene un nombre más largo que su propio tamaño pero el árbol de la vida parece encontrarse muy a gusto en ella.

¿Qué podría decir de mi castillo favorito del Peloponeso que no hubiese dicho ya en mi visita anterior en 2019? Methoni es un encanto salido de un cuento, es la guinda del pastel después de recorrer el interior de la fortaleza y pasar por la puerta que lleva al pasadizo de piedra hacia el castillo en el medio del mar, rodeado de rocas afiladas como cuchillos para resultar aún más codiciado. O también se puede seguir contemplándolo desde alguna taberna acogedora, o desde la playa misma ¿por qué no?

Dando la vuelta al primer dedo del Peloponeso llegamos a Koroni, también forma parte de los lugares visitados en 2019 y por supuesto tiene una fortaleza que, al igual que sus compañeras anteriores, han vivido distintas vidas pasando de manos venecianas a otomanas, no una sino incluso varias veces. Koroni tiene lugares curiosos en sus calles se ven tiendas muy artesanales, está el que hace sandalias a medida, el panadero, y otro obrador salido del túnel del tiempo y cafeterías que parecen llamarte para sentarte cómodamente frente al mar a tomar un frappé. Por la mañana, muy temprano, una quietud acompañada de la luz avainillada del sol me regalaron una estampa salida de un cuadro.

Zakynthos

En la calita de Agios Nikolaos casi no te da tiempo de llegar cuando te da la bienvenida el encargado de los amarres, acercándose al barco en neumática, y da además la información de los servicios de la cala. Tanto en las boyas como en el pantalán el amarre es gratuito a cambio de ir a cenar al restaurante, las duchas también lo son y las ofrece el único hotel del lugar, además hay un mini market con lo indispensable. Lo mínimo necesario para pasar una noche cómoda después de una agradable cena y un corto pero apacible paseo.

Zakynthos capital está a pocas millas de Agios Nikolaos. Cuando algo o alguien se empeña en ir labrándose una fama no muy amable el resultado es que la mayoría le evita, eso es lo que pasa con el amarre en puerto de la capital y por tal motivo hay muchos barcos y entre ellos el Oxalá que prefiere un fondeo tranquilo en la zona exterior al muelle que delimita el puerto de Zakynthos. Las mejores vistas están en la colina que, desde lo alto, permite degustar un frappé observando la ciudad y el puerto. Pero si lo que necesitas es tener tus pies en remojo te aconsejo ir a la playa y disfrutar al estilo de Laganas Beach, eso sí, no dejes de mirar donde pisas en la orilla, las avispas no te lo perdonarán si las pisas.

Argostoli, capital de Cefalonia

«Somos libres! Nos están esperando en Brasil. La húmeda brisa del mar habría empapado tu rostro. El estrecho nos brinda un viento cálido pero en la orilla ni una falda ni un pañuelo.» Nikos Kavvadías, poeta y marino griego

Quizás sea el puente De Bosset uno de los monumentos históricos más representativos de Argostoli, dicen que es el puente de piedra sobre el mar más grande de Europa con sus 689,9 metros de largo, que se construyó en 1812 por el ingeniero suizo Charles-Phillip De Bosset y, desde entonces, ha superado toda clase de agresiones. Ha sido humillado con inscripciones insultantes, lo han bombardeado, ha sufrido un intento fallido de destrucción con explosivos, ha sido reformado y seriamente afectado por dos terremotos. Pero Devossetou, como lo llaman los griegos, continua orgulloso uniendo Argóstoli con Drapano al otro lado del puente.

Un héroe vestido con camiseta turquesa la controlaba. Esos movimientos en el agua no eran normales de ahí que había salido corriendo para vigilar desde lo alto del puente De Bosset. Entonces la vio, estaba agonizando, agotada, a saber cuanto tiempo llevaba así aguantando. No se lo pensó y se arrojó al agua, tan exhausta estaba que no opuso resistencia y la arrastró nadando hacia la orilla. Allí le esperaban otros rescatadores, con camisetas turquesas del grupo de control y vigilancia de la reserva de tortugas del lago Koutavos, del cual hace límite el puente De Bosset. En la orilla entre todos la sacaron del agua y después de inmovilizarla la liberaron, con gran esfuerzo, de una maraña de hilos de nylon que se había enredado entre su cuello y su aleta delantera.

Cuando llegamos a Argostoli, hacía ya una semana, nos amarramos al muelle que hace a la vez de paseo marítimo con palmeras. De un extremo del paseo marítimo sale el puente De Bosset y del otro inicia una carretera que bordea la costa y un sendero que llega hasta Katavothres. Hasta allí fuimos caminando con Susana, ella llegó ayer desde Italia y como en temporadas anteriores compartimos navegaciones y aventuras náuticas; el sendero es uno de mis preferidos porque un tramo pasa entre las flores rosas de las adelfas y los pinos, una brisa amable y tibia nos acompañaba y los pájaros no enmudecían a nuestro paso a pesar de la charla, por supuesto intensa porque había que ponerse al día después de casi dos años sin vernos. Katavothres es un lugar peculiar, en agua del mar entra de forma constante, la corriente acciona las aspas de un molino y cuando parece que acaba estancada del otro lado del molino es cuando realmente comienza el fenómeno que hace de este sitio un lugar especial. El agua se filtra hacia el interior de la tierra y pasa por túneles y agujeros subterráneos, atraviesa la isla, se mezcla con agua de lluvia y forma un lago y cuando finalmente llega al otro lado, en la costa oriental en Sami, aparece surgiendo de las profundidades para derramarse al mar, aunque ya no es salada sino salobre, después de haber recorrido durante dos semanas un tour tan extraño como profundo.

El faro de Argostoli es lo primero que ves cuando estás por llegar y también lo último cuando te vas, parece el lugar de descanso de los dioses cuando se cansan de aburrirse en el Olimpo.

Fiskardo y Assos

Al llegar a Fiskardo, en la costa nororiental de Cefalonia, me asaltó la duda, pensé ¿nos habremos equivocado de lugar? Ya sabía que no era posible pero no se correspondía en absoluto con la imagen que yo guardaba del último fondeo en agosto de 2019, esta bien, era temporada no alta sino altísima, punto álgido de concurrencia en la cala, y sabemos lo que ha pasado pero, el contraste no dejaba de ser estremecedor. Un velero de grandes dimensiones, de eslora tan llamativa como su color oscuro, sobrio y carísimo junto a un par de goletas turcas, preciosas y orgullosas, estaban los tres fondeados en la proximidad de la cala. En el interior no había casi barcos, estaba prácticamente vacío. La mayoría de las tiendas permanecían cerradas, como esperando a que las despertaran. Las que estaban abiertas lucían muy bien decoradas y también esperaban pero a ser visitadas. Varios restaurantes y alguna cafetería ya se habían desperezado y se les veía con ganas de actividad. Hay muchas ganas de desentumecerse, espero que la situación lo permita.

Para navegar por la costa occidental de Cefalonia es aconsejable mirar bien el pronóstico del tiempo y organizar la travesía, eso fue lo que hizo el capitán y salió muy bien. Esta costa está expuesta al mar y al viento sin protección ninguna, de ahí que se la vea salvaje, poco habitada. El mar castiga el litoral y los acantilados presentan dentelladas de enormes olas que embisten con prepotencia marina. Había quedado mar de fondo del día anterior ventoso, del cual estuvimos refugiados en la cala de Fiskardo, pero la brisa ayudaba con la vela a los vaivenes de las olas de través. Entonces vimos a lo lejos la fortaleza veneciana y al fondo unas casitas coloridas, ahí estaba el destino de nuestra etapa, Assos.

Assos es tan pintoresco como una postal soñada en una cala perfecta. El peñasco donde está la fortaleza veneciana hace de gigante protector, unido mediante un brazo de tierra, vigilante de la vida tranquila en la cala. Su apariencia relajada era otorgada por el día de calma, no habitual en esta costa, un regalo para visitarlo. Llegamos temprano y éramos la atracción de la mañana, soltamos ancla en el centro de la cala, nos acercamos al muelle lo suficiente para no tocar las piedras y nos amarramos con un largo cabo amarillo, de manera que para bajar a tierra teníamos que usar la auxiliar, algo así como estar a medio camino entre amarre y fondeo. Un grupo de submarinistas profesionales hacían tareas de limpieza del fondo, no se podía creer la cantidad de cosas extrañas que iban sacando, porquerías y otras inexplicables. Por supuesto subimos hasta el castillo, la calzada que llegaba hasta arriba del peñón era tan ancha como una calle, de piedra lisa, muy cómoda a pesar de la subida constante y permitía contemplar las vistas de Assos desde distintas alturas, sorprendiendo en cada mirada, tan bonito, tan atractivo como una golosina deseada a la que no se puede dejar de mirar. La bajada no la hicimos por la calzada, no se hubiera correspondido con la costumbre arraigada del capitán, él nunca usaría la misma ruta para ir y venir o en este caso para subir y bajar, por eso la bajada fue más aventurera por un sendero estrecho que rodeaba el peñón, tropezones de piedras daban aviso de desprendimientos de rocas y eso le daba un toque picante de riesgo al recorrido.

Sývota y Vasiliki

Si no fuera porque vamos navegando con el Navionic, es el programa de navegación que muestra las cartas, rutas y todo lo necesario para tal fin, podríamos haber pasado por delante de la entrada a la cala de Sývota sin saberlo, así de disimulada e integrada está en la costa, escondida al fondo de un recodo en forma de L.

Hace dos veranos, cuando veía los fondeos y las islas invadidos por los barcos de alquiler me ponía de mal humor, muchas veces se apoderaban de los lugares como si fueran los dueños o con todo el derecho de hacerlo, mientras los demás teníamos que buscar otros puestos. Por ejemplo, es en extremo difícil encontrar un amarre en el muelle de Levkas, todo está ocupado por barcos charter. Pero a llegar a Sývota y ver que la mayoría de los barcos que vienen y van son de alquiler y después de lo vivido en materia de cierres y confinamientos, me ha alegrado sentir esta activación local de la economía. Los restaurantes ofrecen amarre gratis en sus flamantes pantalanes a cambio de cenar en sus establecimientos, los cuales compiten por la decoración más atractiva, algunos llenos de flores, o con sus mesas y sillas de un turquesa traído de las cícladas, otros evocando a los dioses griegos, alguno marinero, otro con un toque de humor, lo que sea que atrape la mirada y motive los jugos gástricos. Dejamos la auxiliar en el pantalán de Stavros, allí cenamos sardinas fritas y ensalada de rúcula con parmesano y tomates secos, una delicia, un vino rosado y lo que nunca falta, la cortesía dulce de la casa y todo por 21 euros.

Si Sývota es destino de los barcos de alquiler, Vasiliki no lo es en absoluto, tan cerca uno de otro, sólo nueve millas, pero tan diferentes. Para empezar la bahía donde está Vasiliki es amplia y abierta, es destino preferente de windsurfistas y amantes de la vela ligera que, de momento, unos pocos aficionados lo disfrutan con la bahía para ellos solos. El pueblo tiene cierta actividad aunque yo lo recordaba con más turistas pero las tiendas están abiertas, lo mismo las cafeterías y restaurantes; comimos una pizza hecha en horno de leña, muy buena. Lo que da pena son las instalaciones del puerto deportivo vacío y abandonado, un par de veleros se amarraron al muelle exterior en cuya pared y con tinta roja se podía leer: «No Mooring», «No Anchor». En el puerto viejo no hay fondo suficiente, allí amarran pequeñas embarcaciones y barcas de pesca. El Oxalá estuvo fondeado frente a la bocana, durmiendo bajo las ráfagas de los vientos verticales, que bajan de noche de la costa montañosa que rodea una parte de la bahía, para alegrar el sueño.

De Preveza a Nydri

Y después de casi dos años en tierra, el 18 de mayo de 2021, el Oxalá volvió al agua.

Hicimos fondeo para estrenar nuestra ancla Rocna nueva que se agarró de maravilla a la primera y probar el nuevo motor fuera borda de la auxiliar, pero aún quedaban muchas cosas por hacer antes de salir a navegar. Estuvimos unos días amarrados al muelle de Preveza, pusimos el génova, pasamos aceite a la madera de teka, tomamos frappé.

Pagamos el impuesto Tepai para navegar por aguas griegas, muy importante, no se puede salir a navegar sin él; también estuve discutiendo con el técnico de la oficina de Capitanía que comprueba las torres que suministran agua y electricidad a los barcos amarrados, intentaba explicarle en mi inglés básico, que la torre a la que nos habíamos conectado tendría alguna avería, no podía ser que en tan solo media hora nos hubiera descontado 7 euros de la recarga de 10, efectuada esa mañana a la llave magnética, sin prácticamente darnos tiempo de consumir nada. Después de un diálogo de sordos que no conducía a ninguna parte porque el técnico ponía excusas de consumo por cambios de baterías mientras yo seguía insistiendo en la avería de la torre, menos mal apareció otro navegante y dijo que a él también le había pasado lo mismo. Finalmente conseguí que me recargara nuevamente los 10 euros y para más seguridad nos conectamos a otra torre. Esa noche cenamos souvlaki de pollo y nos tomamos un ouzo.

En una salida matutina con el carro de la compra vi un barco que llegaba al muelle y en la popa reconocí a Beatriz y a su marido, Mario. Nos saludamos como lo hacen los navegantes cuando se reencuentran, con la alegría de volver a vernos, porque cuando conoces a alguien en alguna etapa y luego le pierdes la pista, aunque pasen años y pandemias, en el encuentro rememoras los momentos compartidos de muelle, de fondeo, de cervezas o de mal tiempo, de ayudas o consejos.

Y ahora estamos fondeados en Nydri, llegamos ayer 23 de mayo, nuestra primera navegación desde Preveza.

Dejamos el ancla sustituida por la Rocna en la tienda de segunda mano que hay en Nydri. Dimos un paseo por la carretera que llega a la cascada, aunque no llegamos hasta allí porque íbamos recogiendo limones y naranjas cuando apareció un sacerdote ortodoxo que salía del cementerio y al vernos en plena tarea de recolección se acercó y nos regaló unos cuantos que tenía guardados en una pequeña capilla. Caminábamos entre limoneros y olivos, de vez en cuando nos abordaba el perfume de los jazmines y las rosas, que lucían radiantes, en los jardines de las casas de la campiña de Levkas.

Nydri es también el descanso eterno de muchos barcos, quién sabe si habrán quedado olvidados, al descuido que ocasiona el tiempo cuando no hay atención de sus dueños, o a la falta de posibilidad de sus rescates o simplemente se fondearon allí porque es una bahía tranquila, como dice su nombre, aunque a veces también es visitada por algún tornado que se ensaña con los más débiles y olvidados.

El retorno, Mayo 2021

En setiembre de 2019 el Oxalá fue levantado del agua, para pasar el invierno en tierra, en Marina Cleopatra. Lo que se suponía en ese momento, de que al siguiente verano 2020 volvería al agua para navegar, no fue posible por el Covid. El barco continuó en tierra otro año más. Pero ahora, Mayo de 2021, a pesar de la incertidumbre y dificultades, me siento afortunada de estar aquí. Con vacunas y medidas de por medio no podríamos haber viajado más aislados, hemos venido con nuestra autocaravana desde El Puerto de Santa María hasta Grecia, cruzando en ferry desde Barcelona a Civitavecchia y de Brindisi a Igoumenitsa.

Ferry Grimaldi Lines, desde Barcelona a Civitavecchia

Atravesamos Italia con la autocaravana desde la costa del Tirreno al Adriático para llegar a Ortona y allí visitamos a Andrea y Roberto. Fue un reencuentro emotivo y aunque nos supo a poco fue intenso, es lo que pasa cuando se disfruta al máximo cada minuto de charla con amigos.

Luego seguimos viaje hacia el sur hasta Trani, donde pasamos la noche.

Al ver al Oxalá en la marina seca, perdido en medio de un laberinto de palos, se me ocurrió pensar que, así de apiñados, es la manera que tienen los barcos para dormir en tierra. Una leve manta de polvo opacaba su interior, el tiempo transcurrido, casi dos años, y el calor degradaron prendas de ropa y una cantidad de cremas, desodorantes y medicamentos quedaron deshidratados o deteriorados, mientras que por fuera la madera de teka estaba ennegrecida y la cubierta había pasado del blanco al ocre. Pero las tareas se retomaron con ilusión. Había que poner a punto todo, cada una de las cosas, desde los cubiertos hasta el motor, desde la limpieza hasta la pintura y estar relativamente preparados para ir al agua en unos diez días.

De camino a la marina desde Igoumenitsa, hicimos noche en Plataria. Por la mañana nos despertamos con esta calma griega, respirando otro aire con aromas de primavera entre gatos y sirenas

Selección de fotos

Atardecer en Lefkada

Fiscardo, Cefalonia

Canal de Messolonghi

Lepanto

Puente Rio-Antirrio desde Lepanto

Las aguas de cristal de Trizonia

Galaxidi

Delphi

Playa de Kiato

Canal de Corinto

Oxala fondeado en Salamina

Marina Zea, Atenas

Dragón dormido en aguas del Egeo

Agios Nikolaos, Creta

Spinalonga, Creta

Museo arqueológico de Heraklio, Creta

Retimno, Creta

Parque botánico de Chania, Creta

Chania, Creta

Kythira

Chora

Monenvassia

Porto Kayio

Kalamata

Koroni

Methoni

Pylos

Son seis gatos!!!

Argostoli, Cefalonia

Lefkada

Desde Trizonia a Lefkas

Recordaba Trizonia, en el Golfo de Corinto, como una isla salvaje. Tenía encanto ese grado de abandono en su aspecto. Había un barco semihundido, que dificultaba enormemente el amarre, en el medio de la marina que a su vez también presentaba falta de mantenimiento. Todo esto creaba un ambiente relajado de improvisación, algo así como que todo vale. Allí, hace años, en ese muelle descuidado de la isla griega de Trizonia bailé una sevillana con una belga, cosas que sólo pasan una vez en la vida. Éste episodio alucinante fue lo primero que recordé al amarrar en el muelle que estaba visiblemente recuperado, también vi la marina en obras de mejoras y el barco semihundido desaparecido. La playita de guijarros tan invadida por turistas como las tabernas y terrazas. Trizonia había cambiado.

Continuamos por el Golfo de Corinto hacia el Oeste y fondeamos frente a la bocana del puerto de Lepanto.

Nos recibe una escultura de Miguel de Cervantes, en recuerdo de su valiente participación en la gran batalla que se libró contra la flota turca.

Después de un frappé tenemos fuerzas suficientes para subir hasta el castillo, desde allí arriba la recompensa son las vistas.

Y al bajar lo único que se me antoja es una pita giros de pollo con una cerveza fría.

Seguimos navegando. Pasamos por debajo del grandioso puente Rio – Antirrio, y llegamos al canal de entrada de Mesolongi.

Una draga en el medio del canal dejaba un lugar estrecho para pasar y lo atravesamos con cautela controlando la profundidad. La marina de Mesolongi reinició su actividad pero preferimos el fondeo, es más fresco.

Saliendo del golfo de Corinto hacia el norte fondeamos en Petala Lagoon, un enorme espejo de agua desolado donde se refugian una veintena de barcos. Por la noche, los cuatro recostados en cubierta, con una copa de ouzo con hielo, teníamos un espectáculo estelar y jugamos a ver quién descubría más estrellas fugaces. Nunca se llegaba a ver la que alguien descubría, y acabábamos con un ¡ooooooh! Mingo apuntó su móvil hacia el cielo con la aplicación que identifica estrellas y constelaciones, las contemplábamos con los prismáticos y todos coincidimos en que ésta es una noche especialmente estrellada para recordar.

Cruzamos hacia Cefalonia y fondeamos en Fiskardo llevando dos cabos amarillos desde la popa hacia la orilla a fin de amarrarlos cada uno a una piedra. No fue fácil encontrar las piedras adecuadas, la cala estaba tan concurrida que las mejores ya tenían dueño.

Desde Cefalonia cruzamos a la isla de Lefkada para fondear en Nidri, donde nos asfixiamos de calor, y luego en Ligiá. Allí cenamos en la taberna Seven Islands. Finalmente encontramos amarre en el muelle municipal de Lefkas, el último destino para la mitad de la tripulación. Nancy y yo regresamos cada una a su casa mientras que Mingo y Adrián continúan un mes más navegando por el Jónico.

Canal de Corinto y oráculo de Delphos

En Creta nuestra amiga Susana regresó a su casa. Desde Agios Nikolaos navegamos hacia Leros, haciendo recaladas en Chalki y Kos. Luego cruzamos todo el Egeo desde Leros a Siros, y desde Siros a la bahía de Sounio amparada por el Templo de Poseidón.

Teníamos prisa por llegar a Marina Zea, en el Pireo, nuestros amigos Nancy y Adrián estaban apunto de llegar a Atenas. Con la tripulación reforzada rodeamos Salamina frente a Atenas evitando el Meltemi que soplaba enérgico en el Egeo.

Atravesamos emocionados el Canal de Corinto y descansamos dos días en Kiato amarrados al muelle. Bueno tengo que rectificar, el descanso lo hicimos las chicas en la playa porque los chicos estuvieron todo el día solucionando una avería del generador metidos dentro de la popa del Oxalá. Les recompensamos con un buen plato de pasta con zucchini y queso parmesano.

Seguimos navegando por el Golfo de Corinto, hacia Galaxidi e Itea que tomamos como base para ir al oráculo de Delphos ó Delphi como dicen los griegos.

El relato que viene a continuación es pura imaginación, tomando como referencia lo que vi en Delphos.

La escena transcurre en la época de pleno apogeo del oráculo, a mediados del siglo VIII a.C. El santuario está a 700 metros de altura sobre el monte Parnaso, un océano verde de olivos invade todo el valle y a lo lejos se ve el golfo de Corinto de un azul profundo, donde Apolo se convirtió en delfín para atraer una barca de sacerdotes cretenses a fin de que iniciaran el culto en el santuario.

Dentro del Templo de Apolo, sentada en su trípode sagrado, Sibila, la gran pitonisa respira lentamente los vapores de laurel que emanan de una fisura en el suelo. Mañana abre sus puertas el oráculo, como todos los días 7 de cada mes y será una jornada larga de consultas. Tiene en mente toda la información que necesita para elaborar las respuestas, las entrevistas previas a los consultantes son muy útiles y a diario le informan de los acontecimientos de la época.

Sibila sale del Templo de Apolo, es una noche cálida de verano, la luna enorme y roja tiñe de azafrán el santuario, luces y sombras parecen dar vida a las cosas.
Las ménades, bailarinas divinas del dios Dioniso, son las primeras en moverse, se bajan de la columna y comienzan a danzar. De inmediato aparece Apolo tocando su lira rodeado de las musas y las ninfas y se desencadena un frenesí de cantos y bailes.

De la columna enroscada parecen desenrollarse verdes serpientes gigantes pero la esfinge, guardiana del santuario, con su cuerpo de león, alas de águila y cabeza de mujer, siempre está alerta y juega con las serpientes como si fuera una gata.

De los frisos del templo la lucha entre dioses y gigantes ya no se sostiene y bajan al suelo para continuar la contienda.

Zeus se sonríe y envía dos águilas desde dos puntos opuestos del universo para reunirse en el ombligo del santuario, el centro del mundo, el Omphalos.

Sibila, la gran pitonisa del Templo de Apolo respira profundo las últimas emanaciones de laurel, mueve su cabeza para poner orden en el santuario y se retira a descansar. Mañana reyes y pastores esperarán ansiosos sus vaticinios, todos serán recibidos para que realicen sus consultas previa ofrenda votiva, los tesoros del santuario están repletos. Después de todo Sibila nunca se equivoca, son los consultantes que a veces interpretan mal sus predicciones.