Cabo Maleas

El último día que Susi pasó en el barco fue en Spetses, su ferry rumbo a Atenas partía por la mañana. Fue un mes de navegación intenso, cada día una experiencia distinta, tuvimos frío, lluvia, tormentas y calmas, vientos amables y otros no tanto, calor, baños en el mar, rociones en el barco y en el tender, hicimos compras, paseos y excursiones, cocinamos, pero por encima de todo hubo muchas risas, charlas y silencios, pelis y libros, los tés de las mañanas y los mate-cocidos de las tardes, en fin, un mes repleto de actividades y muy contentos de habernos disfrutado.

Desde Spetses comenzó nuestro retorno hacia el Jónico, había que desandar el Peloponeso para regresar a Preveza. La primera etapa fue corta, el viento en contra no nos permitía ir más lejos, hicimos noche en Kyparissi. En esta cala hay varios fondeaderos y ocurrió, lo que suele pasar cuando te parece que el sitio donde está fondeado el barco de enfrente es mejor que el tuyo, que más de uno levantó su ancla y probó suerte en el otro fondeadero, a la vez que un barco de este lugar se iba a otro sitio y así toda la tarde. Conclusión: nadie acababa de estar cómodo en ninguna parte. El pueblo es pintoresco y tiene un paseo a lo largo de la cala entre olivos y árboles pero hemos comido las peores sardinas de la historia, será que no escogimos la taberna apropiada. Para rematar la noche fue incómoda, muy movida, apenas comenzó a clarear nos fuimos.

La brisa a favor motivó al capitán a poner el asimétrico, una enorme vela azul que parece un balón. A la altura de Monenvasia, como si cayera de forma suave una nube azul al mar, se desprendió el asimétrico del puño de driza, es lo que lo sostiene arriba en lo alto del palo. Durante un par de segundos nos quedamos paralizados. Luego echamos a correr para recogerlo, Mingo a la proa y yo en la banda y, en la tarea, se nos rasgó la vela. La subimos de cualquier manera y la remetimos como pudimos, malamente en su bolsa, había que continuar, ya veríamos el estropicio. La brisa se alegró y nos llevaba tranquilos hacia el cabo Maleas y sólo con el génova. La regla se cumplió, nunca se sabe lo que puede pasar detrás de un cabo y menos cuando se trata del Maleas. El pronóstico, revisado antes de salir, marcaba unos quince nudos de viento en el cabo pero para empezar, nada más llegar, ya eran veinticuatro. De inmediato aparecieron las ráfagas, de treinta a cuarenta nudos, delatadas por esa forma acelerada que tiene la superficie del mar en rizarse en un azul profundo con escarchas blancas. Nuestra velocidad iba en aumento, comenzamos a recoger génova y la dejamos lo más pequeña posible, con tres rizos. Navegábamos de través entre treinta y cuarenta nudos de viento pero lo que azotaban eran las ráfagas, se ponían sin esfuerzo en cincuenta nudos, provocaban nuestra escora máxima y al adrizarse, cuando el Oxalá recobraba su escora inicial, no pude mirar cuál había sido la máxima velocidad que llegamos a alcanzar pero Mingo dijo que, fácilmente, entre nueve y diez nudos. Las rachas duraban segundos pero a la vez, cada décima de segundo que transcurría en esa situación de escora máxima la percibía como desesperantemente lenta.

Teníamos intención de ir a Elafónisos y darnos un baño pero, al pasar por allí, los treinta y cinco nudos de viento nos hicieron cambiar de opinión y continuamos. Fueron, de esta manera, quince millas, de azote sin descanso, para pasar el cabo Maleas y dejar atrás la islita Elafónisos, cuando nos internamos en el golfo de Lakonia nos abandonaron los vientos catabáticos del cabo y tuvimos al fin una navegación tranquila, pudimos relajarnos, comer y beber. Nunca miras ni valoras lo que cada día satisfacemos de forma espontánea, sin pensar, necesidades tan básicas como comer, beber, dormir, darse una ducha caliente o poder ir al baño tranquilo y de repente, sientes cómo se transforman en un placer luego de pasar determinadas circunstancias.

Llegamos, después de unas agotadoras setenta millas, a Porto Kagio y aunque este lugar tiene fama de intensos vientos nocturnos, esa noche fue apacible y pudimos al fin dormir.

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