Argostoli, capital de Cefalonia

«Somos libres! Nos están esperando en Brasil. La húmeda brisa del mar habría empapado tu rostro. El estrecho nos brinda un viento cálido pero en la orilla ni una falda ni un pañuelo.» Nikos Kavvadías, poeta y marino griego

Quizás sea el puente De Bosset uno de los monumentos históricos más representativos de Argostoli, dicen que es el puente de piedra sobre el mar más grande de Europa con sus 689,9 metros de largo, que se construyó en 1812 por el ingeniero suizo Charles-Phillip De Bosset y, desde entonces, ha superado toda clase de agresiones. Ha sido humillado con inscripciones insultantes, lo han bombardeado, ha sufrido un intento fallido de destrucción con explosivos, ha sido reformado y seriamente afectado por dos terremotos. Pero Devossetou, como lo llaman los griegos, continua orgulloso uniendo Argóstoli con Drapano al otro lado del puente.

Un héroe vestido con camiseta turquesa la controlaba. Esos movimientos en el agua no eran normales de ahí que había salido corriendo para vigilar desde lo alto del puente De Bosset. Entonces la vio, estaba agonizando, agotada, a saber cuanto tiempo llevaba así aguantando. No se lo pensó y se arrojó al agua, tan exhausta estaba que no opuso resistencia y la arrastró nadando hacia la orilla. Allí le esperaban otros rescatadores, con camisetas turquesas del grupo de control y vigilancia de la reserva de tortugas del lago Koutavos, del cual hace límite el puente De Bosset. En la orilla entre todos la sacaron del agua y después de inmovilizarla la liberaron, con gran esfuerzo, de una maraña de hilos de nylon que se había enredado entre su cuello y su aleta delantera.

Cuando llegamos a Argostoli, hacía ya una semana, nos amarramos al muelle que hace a la vez de paseo marítimo con palmeras. De un extremo del paseo marítimo sale el puente De Bosset y del otro inicia una carretera que bordea la costa y un sendero que llega hasta Katavothres. Hasta allí fuimos caminando con Susana, ella llegó ayer desde Italia y como en temporadas anteriores compartimos navegaciones y aventuras náuticas; el sendero es uno de mis preferidos porque un tramo pasa entre las flores rosas de las adelfas y los pinos, una brisa amable y tibia nos acompañaba y los pájaros no enmudecían a nuestro paso a pesar de la charla, por supuesto intensa porque había que ponerse al día después de casi dos años sin vernos. Katavothres es un lugar peculiar, en agua del mar entra de forma constante, la corriente acciona las aspas de un molino y cuando parece que acaba estancada del otro lado del molino es cuando realmente comienza el fenómeno que hace de este sitio un lugar especial. El agua se filtra hacia el interior de la tierra y pasa por túneles y agujeros subterráneos, atraviesa la isla, se mezcla con agua de lluvia y forma un lago y cuando finalmente llega al otro lado, en la costa oriental en Sami, aparece surgiendo de las profundidades para derramarse al mar, aunque ya no es salada sino salobre, después de haber recorrido durante dos semanas un tour tan extraño como profundo.

El faro de Argostoli es lo primero que ves cuando estás por llegar y también lo último cuando te vas, parece el lugar de descanso de los dioses cuando se cansan de aburrirse en el Olimpo.

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