Fiskardo y Assos

Al llegar a Fiskardo, en la costa nororiental de Cefalonia, me asaltó la duda, pensé ¿nos habremos equivocado de lugar? Ya sabía que no era posible pero no se correspondía en absoluto con la imagen que yo guardaba del último fondeo en agosto de 2019, esta bien, era temporada no alta sino altísima, punto álgido de concurrencia en la cala, y sabemos lo que ha pasado pero, el contraste no dejaba de ser estremecedor. Un velero de grandes dimensiones, de eslora tan llamativa como su color oscuro, sobrio y carísimo junto a un par de goletas turcas, preciosas y orgullosas, estaban los tres fondeados en la proximidad de la cala. En el interior no había casi barcos, estaba prácticamente vacío. La mayoría de las tiendas permanecían cerradas, como esperando a que las despertaran. Las que estaban abiertas lucían muy bien decoradas y también esperaban pero a ser visitadas. Varios restaurantes y alguna cafetería ya se habían desperezado y se les veía con ganas de actividad. Hay muchas ganas de desentumecerse, espero que la situación lo permita.

Para navegar por la costa occidental de Cefalonia es aconsejable mirar bien el pronóstico del tiempo y organizar la travesía, eso fue lo que hizo el capitán y salió muy bien. Esta costa está expuesta al mar y al viento sin protección ninguna, de ahí que se la vea salvaje, poco habitada. El mar castiga el litoral y los acantilados presentan dentelladas de enormes olas que embisten con prepotencia marina. Había quedado mar de fondo del día anterior ventoso, del cual estuvimos refugiados en la cala de Fiskardo, pero la brisa ayudaba con la vela a los vaivenes de las olas de través. Entonces vimos a lo lejos la fortaleza veneciana y al fondo unas casitas coloridas, ahí estaba el destino de nuestra etapa, Assos.

Assos es tan pintoresco como una postal soñada en una cala perfecta. El peñasco donde está la fortaleza veneciana hace de gigante protector, unido mediante un brazo de tierra, vigilante de la vida tranquila en la cala. Su apariencia relajada era otorgada por el día de calma, no habitual en esta costa, un regalo para visitarlo. Llegamos temprano y éramos la atracción de la mañana, soltamos ancla en el centro de la cala, nos acercamos al muelle lo suficiente para no tocar las piedras y nos amarramos con un largo cabo amarillo, de manera que para bajar a tierra teníamos que usar la auxiliar, algo así como estar a medio camino entre amarre y fondeo. Un grupo de submarinistas profesionales hacían tareas de limpieza del fondo, no se podía creer la cantidad de cosas extrañas que iban sacando, porquerías y otras inexplicables. Por supuesto subimos hasta el castillo, la calzada que llegaba hasta arriba del peñón era tan ancha como una calle, de piedra lisa, muy cómoda a pesar de la subida constante y permitía contemplar las vistas de Assos desde distintas alturas, sorprendiendo en cada mirada, tan bonito, tan atractivo como una golosina deseada a la que no se puede dejar de mirar. La bajada no la hicimos por la calzada, no se hubiera correspondido con la costumbre arraigada del capitán, él nunca usaría la misma ruta para ir y venir o en este caso para subir y bajar, por eso la bajada fue más aventurera por un sendero estrecho que rodeaba el peñón, tropezones de piedras daban aviso de desprendimientos de rocas y eso le daba un toque picante de riesgo al recorrido.

3 Comments

  1. Tal como lo cuentas, me parece estar allí, viéndolo y tocándolo. Lástima que este año ya no nos da para ir, lo dejaremos para el próximo.
    Enhorabuena por el blog.
    Lucía

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