Sývota y Vasiliki

Si no fuera porque vamos navegando con el Navionic, es el programa de navegación que muestra las cartas, rutas y todo lo necesario para tal fin, podríamos haber pasado por delante de la entrada a la cala de Sývota sin saberlo, así de disimulada e integrada está en la costa, escondida al fondo de un recodo en forma de L.

Hace dos veranos, cuando veía los fondeos y las islas invadidos por los barcos de alquiler me ponía de mal humor, muchas veces se apoderaban de los lugares como si fueran los dueños o con todo el derecho de hacerlo, mientras los demás teníamos que buscar otros puestos. Por ejemplo, es en extremo difícil encontrar un amarre en el muelle de Levkas, todo está ocupado por barcos charter. Pero a llegar a Sývota y ver que la mayoría de los barcos que vienen y van son de alquiler y después de lo vivido en materia de cierres y confinamientos, me ha alegrado sentir esta activación local de la economía. Los restaurantes ofrecen amarre gratis en sus flamantes pantalanes a cambio de cenar en sus establecimientos, los cuales compiten por la decoración más atractiva, algunos llenos de flores, o con sus mesas y sillas de un turquesa traído de las cícladas, otros evocando a los dioses griegos, alguno marinero, otro con un toque de humor, lo que sea que atrape la mirada y motive los jugos gástricos. Dejamos la auxiliar en el pantalán de Stavros, allí cenamos sardinas fritas y ensalada de rúcula con parmesano y tomates secos, una delicia, un vino rosado y lo que nunca falta, la cortesía dulce de la casa y todo por 21 euros.

Si Sývota es destino de los barcos de alquiler, Vasiliki no lo es en absoluto, tan cerca uno de otro, sólo nueve millas, pero tan diferentes. Para empezar la bahía donde está Vasiliki es amplia y abierta, es destino preferente de windsurfistas y amantes de la vela ligera que, de momento, unos pocos aficionados lo disfrutan con la bahía para ellos solos. El pueblo tiene cierta actividad aunque yo lo recordaba con más turistas pero las tiendas están abiertas, lo mismo las cafeterías y restaurantes; comimos una pizza hecha en horno de leña, muy buena. Lo que da pena son las instalaciones del puerto deportivo vacío y abandonado, un par de veleros se amarraron al muelle exterior en cuya pared y con tinta roja se podía leer: «No Mooring», «No Anchor». En el puerto viejo no hay fondo suficiente, allí amarran pequeñas embarcaciones y barcas de pesca. El Oxalá estuvo fondeado frente a la bocana, durmiendo bajo las ráfagas de los vientos verticales, que bajan de noche de la costa montañosa que rodea una parte de la bahía, para alegrar el sueño.

Deja un comentario