Desde Trizonia a Lefkas

Recordaba Trizonia, en el Golfo de Corinto, como una isla salvaje. Tenía encanto ese grado de abandono en su aspecto. Había un barco semihundido, que dificultaba enormemente el amarre, en el medio de la marina que a su vez también presentaba falta de mantenimiento. Todo esto creaba un ambiente relajado de improvisación, algo así como que todo vale. Allí, hace años, en ese muelle descuidado de la isla griega de Trizonia bailé una sevillana con una belga, cosas que sólo pasan una vez en la vida. Éste episodio alucinante fue lo primero que recordé al amarrar en el muelle que estaba visiblemente recuperado, también vi la marina en obras de mejoras y el barco semihundido desaparecido. La playita de guijarros tan invadida por turistas como las tabernas y terrazas. Trizonia había cambiado.

Continuamos por el Golfo de Corinto hacia el Oeste y fondeamos frente a la bocana del puerto de Lepanto.

Nos recibe una escultura de Miguel de Cervantes, en recuerdo de su valiente participación en la gran batalla que se libró contra la flota turca.

Después de un frappé tenemos fuerzas suficientes para subir hasta el castillo, desde allí arriba la recompensa son las vistas.

Y al bajar lo único que se me antoja es una pita giros de pollo con una cerveza fría.

Seguimos navegando. Pasamos por debajo del grandioso puente Rio – Antirrio, y llegamos al canal de entrada de Mesolongi.

Una draga en el medio del canal dejaba un lugar estrecho para pasar y lo atravesamos con cautela controlando la profundidad. La marina de Mesolongi reinició su actividad pero preferimos el fondeo, es más fresco.

Saliendo del golfo de Corinto hacia el norte fondeamos en Petala Lagoon, un enorme espejo de agua desolado donde se refugian una veintena de barcos. Por la noche, los cuatro recostados en cubierta, con una copa de ouzo con hielo, teníamos un espectáculo estelar y jugamos a ver quién descubría más estrellas fugaces. Nunca se llegaba a ver la que alguien descubría, y acabábamos con un ¡ooooooh! Mingo apuntó su móvil hacia el cielo con la aplicación que identifica estrellas y constelaciones, las contemplábamos con los prismáticos y todos coincidimos en que ésta es una noche especialmente estrellada para recordar.

Cruzamos hacia Cefalonia y fondeamos en Fiskardo llevando dos cabos amarillos desde la popa hacia la orilla a fin de amarrarlos cada uno a una piedra. No fue fácil encontrar las piedras adecuadas, la cala estaba tan concurrida que las mejores ya tenían dueño.

Desde Cefalonia cruzamos a la isla de Lefkada para fondear en Nidri, donde nos asfixiamos de calor, y luego en Ligiá. Allí cenamos en la taberna Seven Islands. Finalmente encontramos amarre en el muelle municipal de Lefkas, el último destino para la mitad de la tripulación. Nancy y yo regresamos cada una a su casa mientras que Mingo y Adrián continúan un mes más navegando por el Jónico.

Deja un comentario