Canal de Corinto y oráculo de Delphos

En Creta nuestra amiga Susana regresó a su casa. Desde Agios Nikolaos navegamos hacia Leros, haciendo recaladas en Chalki y Kos. Luego cruzamos todo el Egeo desde Leros a Siros, y desde Siros a la bahía de Sounio amparada por el Templo de Poseidón.

Teníamos prisa por llegar a Marina Zea, en el Pireo, nuestros amigos Nancy y Adrián estaban apunto de llegar a Atenas. Con la tripulación reforzada rodeamos Salamina frente a Atenas evitando el Meltemi que soplaba enérgico en el Egeo.

Atravesamos emocionados el Canal de Corinto y descansamos dos días en Kiato amarrados al muelle. Bueno tengo que rectificar, el descanso lo hicimos las chicas en la playa porque los chicos estuvieron todo el día solucionando una avería del generador metidos dentro de la popa del Oxalá. Les recompensamos con un buen plato de pasta con zucchini y queso parmesano.

Seguimos navegando por el Golfo de Corinto, hacia Galaxidi e Itea que tomamos como base para ir al oráculo de Delphos ó Delphi como dicen los griegos.

El relato que viene a continuación es pura imaginación, tomando como referencia lo que vi en Delphos.

La escena transcurre en la época de pleno apogeo del oráculo, a mediados del siglo VIII a.C. El santuario está a 700 metros de altura sobre el monte Parnaso, un océano verde de olivos invade todo el valle y a lo lejos se ve el golfo de Corinto de un azul profundo, donde Apolo se convirtió en delfín para atraer una barca de sacerdotes cretenses a fin de que iniciaran el culto en el santuario.

Dentro del Templo de Apolo, sentada en su trípode sagrado, Sibila, la gran pitonisa respira lentamente los vapores de laurel que emanan de una fisura en el suelo. Mañana abre sus puertas el oráculo, como todos los días 7 de cada mes y será una jornada larga de consultas. Tiene en mente toda la información que necesita para elaborar las respuestas, las entrevistas previas a los consultantes son muy útiles y a diario le informan de los acontecimientos de la época.

Sibila sale del Templo de Apolo, es una noche cálida de verano, la luna enorme y roja tiñe de azafrán el santuario, luces y sombras parecen dar vida a las cosas.
Las ménades, bailarinas divinas del dios Dioniso, son las primeras en moverse, se bajan de la columna y comienzan a danzar. De inmediato aparece Apolo tocando su lira rodeado de las musas y las ninfas y se desencadena un frenesí de cantos y bailes.

De la columna enroscada parecen desenrollarse verdes serpientes gigantes pero la esfinge, guardiana del santuario, con su cuerpo de león, alas de águila y cabeza de mujer, siempre está alerta y juega con las serpientes como si fuera una gata.

De los frisos del templo la lucha entre dioses y gigantes ya no se sostiene y bajan al suelo para continuar la contienda.

Zeus se sonríe y envía dos águilas desde dos puntos opuestos del universo para reunirse en el ombligo del santuario, el centro del mundo, el Omphalos.

Sibila, la gran pitonisa del Templo de Apolo respira profundo las últimas emanaciones de laurel, mueve su cabeza para poner orden en el santuario y se retira a descansar. Mañana reyes y pastores esperarán ansiosos sus vaticinios, todos serán recibidos para que realicen sus consultas previa ofrenda votiva, los tesoros del santuario están repletos. Después de todo Sibila nunca se equivoca, son los consultantes que a veces interpretan mal sus predicciones.

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